domingo, 21 de octubre de 2012

LA PIEDRA LIBRE DE LA INVENCIÓN


Palabras ante la primera entrega del Premio Municipal de Literatura Luis Britto García

Siempre me ha parecido un enigma que existan Premios de Literatura.

Por su inveterada complicidad con los más horribles aspectos del Poder, las bellas letras no tienen Historia sino prontuario; no merecen honores sino condenas.
Para todos hay impunidad, salvo para el escritor, siempre prófugo o en confinamiento solitario. Literatura es el Crimen y su propio Castigo.


Siempre lo supieron los gobiernos serios que metieron a los literatos serios en la cárcel o bajo tierra.

La escritura es indagación sobre el Ser, esa llama que se extingue al ser contemplada.

La sociedad farisea execra como a la peste al escritor que la desnuda.

El lenguaje, argamasa del edificio social, mantiene cada ladrillo prisionero de su función y de su posición en la Torre de Babel que nunca llegará a los cielos.

Así como los ladrillos del orden social están prisioneros de gramáticas carcelarias, los discursos que emiten son cautivos e intentan recluir a sus receptores.

Todas las formas primitivas de la literatura, Religión, Política, Historia, Ética, Ciencia, tiranizaron pretendiendo ser vehículos de una Verdad superior que las sometía y debía por consiguiente avasallar a quien la recibe.

Los números dominan las cosas; las palabras, las conciencias.

En su incesante reconstitución de simulacros del mundo la mente lo falsifica en el engendro de la creación.


Todo discurso miente: sólo la literatura lo hace a sabiendas.

La literatura es el género que constituye una verdad al proponerla como mentira.


Pero desde el momento cuando la ficción reconoce que es independiente de la verdad, comienza la desmitificación de todos los discursos que pretendieron ser verídicos.


Frankenstein significa Piedra Libre: la literatura es el guijarro suelto, el monstruo que deviene peligroso más por su libertad que por su fuerza.


Participan las letras del pecado de Fausto, el intento de detener el fugaz instante: el pensar que alguna idea, infundio, impresión o sentimiento merece perpetuidad.


Anular el concepto de pérdida, recuperar lo irrecuperable, ir, en fin, contra las leyes de universal decadencia y progresivo desorden que rigen el universo.

Escribir y leer son transgresiones del orden de la vida.


El pecado original es engendrar signos en lugar de actos.

Crear cosmos sin realidad o realidades fuera del cosmos.


Las fantasías del revolucionario modifican la realidad; las del visionario a quien las sueña.


La literatura es el único género que propone la libertad.


El de la literatura es el único discurso honesto; para que la sociedad lo soporte hay que corromperlo.


Sostuvo el dictador Porfirio Díaz que nadie resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos. En tiempos de postmodernidad al escritor molesto no se lo fusila, se lo premia.


Premios conferidos con la intención de que el creador deje de serlo, terminan fatalmente premiando a quien nunca ha creado.


Ante estos antecedentes penales de la Literatura con mayúscula, se comprende que los lauros en Venezuela hayan sido casi siempre conferidos por delitos menores.


¿Hablamos como caballeros, o como lo que somos? ¿Seguiremos ocultando que la mayoría de nuestros galardones propinan laureles a la cirrosis hepática y destilan la cantidad y calidad de grados alcohólicos libados entre jurados y homenajeados en tascas, cantinas y botiquines?


¿Reconoceremos que significativa parte de nuestras preseas son partes médicos que recompensan achaques como la hipocondría parasitaria, la flatulencia intermitente y el cólico senil?


¿Ignora alguien que las páginas más premiadas en nuestros certámenes son requisitorias de memorandos y de nombramientos para viceministerios y vicegobernaciones y vicealcaldías y vicecomisiones y viceconcejalías y viceacademias y viceredacciones y viceinstitutos y viceadulantes y vicepanteones?

¿Confesaremos que conferimos homenajes odontológicos al Diente Roto que recompensan, más que a la obra, la inexistencia de ella?


Supongo que al poner mi nombre a un premio literario, éste no exaltará achaques decrépitos, prontuarios burocráticos, esterilidad ni borracheras sociables. La embriaguez es un estado sagrado, que no debe ser banalizado.

Reputaciones consagradas y nulidades engreídas reposaban sobre el agrio secreto de obras inexistentes o creaciones exiguas amparándose en el hecho de que un país de iletrados no podía juzgarlas.

Ahora que se ha cumplido el milagro de que las grandes mayorías lean y escriban, comprendemos por fin el prodigio de la literatura, que es el anticipo del Reino de la Libertad.

No tiene la humanidad otros destinos que la libertad para imaginar y la omnipotencia para realizar.

Dichosa edad y milenios dichosos aquellos a quienes nuestros sucesores darán el nombre de Liberados, pues en ellos no tendrá el ser humano otra tarea que la de suplantar al Creador haciendo realidad todas y cada una de las formas y propuestas de lo que hoy es sólo imaginario.

Este Reino que comienza desde siempre, cada vez que alguien imagina, sueña, crea.

(FOTO/TEXTO: Luis Britto García)

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